«Hay alguien ahí»: Los Fantasmas (de los tópicos) atacan al Jefe (de guión).
Ayer vi el segundo capítulo de «Hay alguien ahí«, que no, no es una encuesta de Cuatro para comprobar la audiencia de sus propuestas de ficción, si no el título de la última serie de la cadena. Una de miedo.
Cuatro es el canal ese que últimamente está poniendo anuncios para que compremos cosas de marca, que molan más que esas vulgares que nos ha dado por comprar ahora por la crisis, como los pobres. Que las baratas marcas blancas no chanan, que no tienen dibujaditas las marcas pijas, que es lo molón de producto. Luego claro, te das cuenta de que esa es un poco la política de la cadena: venderte una marca, la de «molamos» (léase como el «podemos» de la Eurocopa) por encima de la calidad de los programas (y eso que muchos la tienen). Un sello de «distinción snob». Eso son las marcas, eso debe pretender Cuatro. Sólo faltaba Raquel Sánchez-Silva recomendándonoslo en «Super Marqui».
Pero volvamos a la serie, a esa que se llama «Hay alguien aquí» y no, no es por la frase que dicen al entrar en la sala de guionistas y ver sólo recortes de guiones de películas clásicas, destrozados. Se supone que la idea de Plural (productora del grupo Prisa) para Cuatro (televisión del grupo Prisa, vamos, todo queda en casa) era hacer una serie española «de miedo» y bienvenida sea la idea: ya va siendo hora de que intentemos hacer algo de género, más allá de ese híbrido que hemos inventado en esta piel de toro, la dramedia.
El problema es que, visto lo visto, en este país seguimos confundiendo lo de «hacer algo de género» con «hacer un topicazo sobre un género». Porque no me lo explico. Llevamos ya: una casa encantada, un pozo misterioso, un niño fantasma, un tablero Ouija, chachas médium, niña que ve a los fantasmas, perro que nota presencias, un monstruo en el armario, una jovencita desnuda en la ducha con sangre, una niña que se mea, matrimonio con problemas que decide solucionarlos mudándose a esa mansión misteriosa… pero es que encima hoy salía una pelotita botando empujada por niño fantasma y en el «avance» del próximo capítulo, un señor dando hachazos en una puerta, en su casa. ¡Venga ya! La semana que viene caerá una pelota de béisbol del techo, os lo digo yo. Y ojito con las teles…
Y en fin, al final da la impresión de que, porque George C. Scott está muerto, que si no, ahí que aparece tocando el piano y cavando pozos. El plagio a «Al final de la escalera» (The Changeling) es todavía más aterrador que en El Orfanato (aunque aquí lo saben mezclar sabiamente con otros clásicos modernos y les sale muy bien).
Lo peor de todo no está en que, para los recursos de terror, se recurra al tópico. Lo peor está en que, para todo lo demás, también: pero al tópico español. La trama de misterio-terror no avanza, pero la parálisis de las relaciones entre los personajes reales (no muertos) es peor, porque se mantiene en un «statu quo» absurdo desde que se detona la serie (llegan y hay apariciones) en el limbo de esa casa, lanzando tramas que nunca se entrecruzan y va cada una por su camino, en los diversos miembros de la familia: el padre por un lado, la madre con la niña por otro, el hijo por otro, la hija mayor a su bola… Por no hablar de lo marciano de que sigan viviendo en una casa en la que hay señales evidentes desde el primer día de manifestaciones paranormales (y ya ni te cuento con el colega proyectado en silla hasta la piscina). Que vale, que puede colar en un ratito de ficción, o en un internado donde obligan a los niños a estar, pero para que cuele una temporada completa así hay que echarle mucho cuajo.
Parte además de un error, para mi, garrafal: desde el minuto 1 sabemos que sí, que hay fantasmas en la casa. No son alucinaciones ni los personajes creen ver algo que no hay, ni existe la duda misteriosa ni que, al final, todo sea un juego de casualidades, no: hay fantasmas y los muestran claramente, siendo testigo además el espectador solamente, por lo que no hay ningún tipo de dudas. Y entonces, una vez sabemos que los hay y en ese mismo capítulo, lo saben los protagonistas: ¿qué hacemos durante toda la serie?. Pues yo se lo digo: alargar el chicle (con miles y miles de personajes secundarios que no dejan de aparecer). Y eso se ha confirmado en este segundo capítulo donde no ha pasado NADA. Si conectamos con el último capítulo, nos dirán por qué el niño está en la casa, quien lo mató, lo del otro espíritu que le acompaña y el resto de la serie nos habrá dado igual.
Se me queda una serie topicaza, que seguramente mas cuidada podría haber sido algo interesante, pero que está rodada como una dramedia española al uso (planos grandes, mucha luz, que se vea, que se vea), con diálogos muy forzados, efectos especiales un poco de corto de facultad (el lapicero que se mueve, la tarta que se apaga, una ventana se abre… eso sí, con estrobo, plano moviéndose y un señor en un micro diciendo «aaauuuuaaaaaauuuuufggg») y que tiene fallos de precipitación como el que más me ralla de la serie: ¿Por qué el plano subjetivo del fantasma del niño está hecho desde el punto de vista de un adulto, ahí arriba?
Detalles, detalles… pero en los pequeños detalles (y baratos, sólo hace falta pensar) están las grandes obras.
Podéis ver los capítulos en la web de CUATRO, aquí. ¿A vosotros, qué os ha parecido?
Decidlo, no tengáis… miedo. Juas.